EDUARDO J. CORREA, EL GRAN CRONISTA Y PROMOTOR CULTURAL DE AGUASCALIENTES

Eduardo J. Correa fue una de las figuras intelectuales más importantes en la historia de Aguascalientes. Nació en este estado el 19 de noviembre de 1874 y desde muy joven se involucró en el mundo de la imprenta, el periodismo y la literatura, influenciado por el entorno cultural que se vivía en la ciudad a finales del siglo XIX. Fue abogado de formación, pero su verdadera vocación estuvo siempre ligada a la escritura y a la difusión de ideas.

Correa destacó como periodista y editor al fundar y dirigir diversos periódicos y revistas en Aguascalientes, espacios que se convirtieron en plataformas clave para el pensamiento crítico y la creación literaria de la época. Gracias a su impulso, varios jóvenes escritores locales encontraron un lugar donde publicar sus primeros textos, entre ellos Ramón López Velarde, a quien apoyó y acompañó en sus inicios y con quien mantuvo una estrecha relación intelectual.

Además de su labor periodística, Eduardo J. Correa fue un escritor prolífico. En sus obras abordó la vida cotidiana de provincia, las costumbres, los paisajes y el carácter de la sociedad aguascalentense, dejando un valioso testimonio de cómo era la ciudad en aquellos años. Uno de sus textos más conocidos es Un viaje a Termápolis, donde retrata a Aguascalientes con una mirada crítica pero profundamente afectuosa, reflejando su identidad, su ritmo y su gente.

Su compromiso con el periodismo lo llevó a organizar en 1908 el Primer Congreso de Periodistas de Provincia, celebrado en Aguascalientes, un hecho histórico que consolidó su papel como impulsor del periodismo regional en México. A lo largo de su vida también participó en la política y en el debate público, siempre desde una postura reflexiva y crítica.

Eduardo J. Correa falleció en 1964, pero su legado permanece vigente. Es recordado como un promotor incansable de la cultura, un formador de generaciones y un cronista fundamental de Aguascalientes. Su nombre sigue presente en instituciones educativas y en la memoria cultural del estado, como símbolo de una época en la que la palabra escrita fue motor de identidad y transformación.