Ubicado majestuosamente en la Colina Roja que domina la ciudad de Lhasa, el imponente Potala desafía las ideas preconcebidas de la austera espiritualidad tibetana. Al adentrarse en los dos palacios-fortaleza que lo componen (el Rojo y el Blanco), la profusión de oro y piedras preciosas que adornan las salas y los delicados objetos desmiente aún más esta percepción. Iniciado por el quinto Dalai Lama en el siglo XVII, la importancia de este edificio destinado a representar el poder tanto sagrado como terrenal del budismo tibetano era tan significativa que, al morir el Lama, sus funcionarios lo mantuvieron oculto durante varios años hasta que la obra estuvo completada, con el fin de evitar cualquier tipo de interrupción o rebelión por parte de aquellos que contribuyeron a su construcción con las miles de piedras que lo conforman.
Aguascalientes de México
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