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LA ATERRADORA LEYENDA DEL FANTASMA DEL JARDÍN DE SAN MARCOS

  • Foto del escritor: Aguascalientes de México
    Aguascalientes de México
  • 8 oct
  • 2 Min. de lectura
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Allá por el año de 1851, llegaron a Aguascalientes varios visitantes provenientes de Guadalajara, invitados por don Mariano Camino, quien organizó la Primera Exposición de Industria, Artes, Agricultura y Minería, celebrada durante las tradicionales Fiestas de San Marcos.



Entre ellos se encontraba don Felipe Rey González, descendiente de una de las primeras familias del pueblo. Durante la feria, instaló una pequeña tienda con la intención de dedicarse al comercio de abarrotes si las circunstancias le eran favorables.



Con el tiempo, don Felipe construyó su casa en el lado norte del jardín, en la calle Flora, donde sus descendientes continuaron habitando por generaciones. Aquella temporada fue especialmente próspera: reunió una buena suma de dinero que, junto a su capital, formó una pequeña fortuna.



Temeroso de que alguien pudiera intentar robarle, decidió resguardar su dinero y varias joyas de gran valor. Eligió un sitio cercano a su casa, en el ángulo norte del jardín, al pie de un frondoso fresno rodeado de rosales. Fabricó una caja resistente de madera y metal, y ahí escondió su tesoro.



Desde ese día, comenzó a pasear con frecuencia por esa parte del jardín, tanto al amanecer como al anochecer. Era común verlo sentado frente a su casa, conversando o participando en juegos con sus amigos.



Una tarde, una discusión durante una partida se salió de control y terminó de manera trágica. Años después, los vecinos aún recordaban aquel hecho, señalando el sitio donde todo ocurrió.



Don Felipe fue detenido por el incidente, y la enfermedad no tardó en alcanzarlo. En su convalecencia, prometió una misa en honor a la Virgen del Pueblito si recuperaba la libertad. Días después fue liberado, pero su salud empeoró rápidamente y falleció sin poder cumplir su promesa.



Con el paso del tiempo, los habitantes del lugar comenzaron a contar que, al caer la noche, el espíritu de don Felipe aparecía caminando por el jardín, justo donde había enterrado su fortuna. Decían que a veces murmuraba palabras, como si intentara pedir ayuda para cumplir su promesa o recuperar su tesoro perdido…



Desde entonces, pocos se atreven a cruzar el jardín a esas horas, temerosos de escuchar la voz de quien aún guarda el secreto del oro escondido entre los rosales.

 
 
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